«SIEMPRE corrí detrás de algo y NUNCA corrí detrás de tantos”.
La última tarde de cada año, suelo dedicarla a establecer los propósitos y objetivos de los nuevos 365 días que empiezan. Me paso una horita yo sólo pensando, leyendo la carta del año anterior, viendo lo que sí y lo que no se cumplioó y analizando cómo cambian las cosas y situaciones con el paso del tiempo.
Normalmente de la mayoría de los propósitos me olvido , aunque los volveré a recordar la última tarde del año siguiente, pero este en concreto no se me podía pasar, porque requería de un entrenamiento previo que me ocuparía un tiempo durante el año que empezaba.
Nunca corrí en mi vida. Aparte de no tener cuerpo, tampoco tengo cabeza y creo que ese fue uno de los motivos por los que me propuse para el 2016 correr un MARATÓN.
Siempre tuve admiración por la gente que entrena cada día, bien sea corriendo, nadando o saliendo en bici. Siempre envidiaba a Satur, David, Sergio y muchos otros, cuando pasaban corriendo los viernes de tarde por detrás de la pista 6 y yo paraba la clase y les decía a los alumnos que esos eran unos cracks. O ver a Ramón entrenando a muerte en el gueto del gimnasio con una motivación y fuerza fuera de lo normal.
Empecé a correr en Febrero y recuerdo que el primer día llegué a la fuente de la pista finlandesa y dí la vuelta. Tremendo!! Al medio día por gijón llevaba la ropa y antes de ducharme en las Mestas, corría un poco por los alrededores y la playa.
Una compañera me dijo de correr la media de Gijón y yo por no ser menos, le dije que por supuesto. No acabé mal, el ritmo no fue muy alto jaja.. y entre presentable: 2h 10’ creo recordar.
A partir de ahí ya era runner, empecé a comer de otra amanera, no beber cocacola y fijarme en todo aquello que se movía con zapatillas de running. Empezaba a estar enganchado.
Llegó el momento de decírselo en el gimnasio a Ramón: “ Mon me acabo de apuntar a la Maratón de Valencia”. Levantó los ojos y con una pequeña sonrisa ya me lo dijo todo ( imaginaros lo que pudo pensar).
Una vez que me vio convencido, me dijo que hiciese aeróbico hasta septiembre y que luego empezaríamos a prepararla. No tenía muchas esperanzas que aguantase 3 meses haciendo aeróbico yo sólo.
Y así fue, entre correr un día, piscina otro y bici fueron pasando los días.
Me acompañaron las agradables rozaduras de novato por culpa de correr con los pantalones de tenis, la periostitis que no me dejaba apoyar, la uña que se me ponía negra cada poco… en fin, las típicas novatadas que os darán la risa pero que para mí eran un infierno.
El subidón lo tuve en AS PONTES. Aluciné. Veros como fieras hacer lo que hicisteis, tuvo un impacto para mí bestial y a día de hoy sigo mentalmente teniéndoos como ejemplo y motivación, cuando no tengo ganas de entrenar o alguna cosa se pone cuesta arriba.
Pasé el verano, corriendo sólo, unos días más, otros menos y otros sin hacer nada. No me atrevía a decir a nadie que me estaba preparando para una maratón porque tenía miedo tirar la toalla antes del 20 de noviembre o que me echasen abajo las ganas que tenía. Llegó septiembre y Ramón empezó con los entrenos.
Tengo que reconocer que fue cuando realmente empecé a disfrutar, tenía un plan y el objetivo se acercaba. Los entrenos eran variados y motivantes y cumplí a rajatabla con todo los que me dijo el coach.
En octubre apareció una pubalgia que ni Mikel fue capaz de tratar y que me tuvo poniendo Epi y la Indiba (creo que es) hasta 3 días antes de la carrera.
Viaje a Valencia con varias sensaciones que nunca había tenido a la vez: nervios, acojone y cagalera. Los nervios los había experimentado con el Tenis y controlados creo que son necesarios, pero las sensaciones de acojone por no saber lo que va a pasar y cagalera por si no era capaz de terminar, nunca lo había vivido.
El ambiente en Valencia fue increíble, el trato del resto de compañeros del Club (David, Pachu, Javi y Zubi) me ayudó mucho y las ganas por correr cada vez eran mayores.
Fijaros como me vería mi mujer que me llevó al grupo de psicólogos del Maratón para que me hiciesen un test de no se qué. Yo contestando preguntas de mil historias: que si me encontraba sólo, que si tenía miedo…en fin… de locos!
Al realizar la inscripción, puse que la marca sería la última posible y salí del último cajón atrás del todo. No se si es bueno o malo, pero recuerdo que lo agradecí cuando empezó la carrera porque empecé adelantando poco a poco a gente y me dio un subidón que me hizo sentirme fuerte jajaj…
Ya en carrera me fijaba en la gente y trataba cada cinco kilómetros de encontrar a alguien al que pegarme y que llevase un ritmo parecido al mío. Cada cinco kilómetros cambiaba.
Mantenía un ritmo constante aunque no había puesto bien el reloj y no sabía el tiempo que llevaba, no me encontraba mal y el pubis que había tenido envuelto la noche anterior con crema y plástico film de los bocadillos para que se me anestesiase la zona, tampoco me molestaba mucho.
Al llegar a la media me encontraba bien y pregunté a un corredor cuánto llevábamos, pero como no sabía cuando había salido él, me volví un poco loco echando cálculos y no fui capaz de enterarme.
Seguía por sensaciones y llegaba al km 30. Había oído algo del muro y demás, pero las cosas seguían bien. Empezaba a estar muy cansado porque nunca había corrido más de 21km pero la gente te llevaba y las piernas todavía me respondían.
Tenía que llegar como fuese, era el objetivo después de todo lo pasado. No me enteraba muy bien de la ciudad y debido al cansancio y agobio que me empezaba a atacar, los grupos de música llegaban a darme la vara.
No se si paré porque tenía ganas de orinar o paré a orinar porque no podía más. Era el 37 y estaba hundido. Pensé en mearme encima porque Ramón me decía que no parase nunca, pero tenía miedo luego a tener rozaduras, así que rompí de cabeza (no tengo para correr) y paré sin importarme si tenía a alguien al lado o en frente. Estaba roto!
Los 4-5 kilómetros que me faltaron fueron un infierno. La gente me adelantaba, intentaba pegarme a uno, al otro, a ese que parecía mayor…pero nada, todos poco a poco se alejaban y no era capaz de «pillar la rueda» de nadie.
Sufrí, veía el Palacio de las Artes pero nunca llegaba. No era consciente por donde estaba pasando, solamente traté de mantener un ritmo que no me parase y me permitiese llegar a meta. Los últimos metros la gente volcada, animando mucho y algunos decían el nombre del dorsal pero no tenía fuerzas ni para responderles con una mirada o levantándoles la mano. Sufrí!
A la pasarela final llegué medio en estado de shock, traté de mirar a la grada a ver si veía a mi mujer pero había mucha gente y no quería perder de vista la meta.
Entré, sufrí mucho los últimos 4 kilómetros, quizás no estaba acostumbrado a sufrir o a tener sensaciones diferentes. Levanté los brazos como si hubiese ganado la carrera. Había ganado mi carrera y había conseguido mi reto personal.
Vi a Natalia al pasar la linea, veía medio borroso y me acerqué a ella. Le pedí de beber y me tiré en el suelo. Los calambres aparecieron: cuadriceps, gemelos, femoral… cuando paraba uno acalambraba el otro, de locos!!
Fui a las camillas de masajes, me abrigaron, me relajé un poco y poco a poco fui recuperando la «normalidad».
Hoy tengo las piernas que parecen cristales, pero me encuentro contento por haber cumplido el reto, con ganas de poder entrenarlo y hacerlo mejor de nuevo y con la idea en la cabeza de «QUIERO REPETIR«.
Muchas gracias a todos los que me animásteis y a los que con vuestro ejemplo conseguís que mucha gente se vuelva un poco loca y logre alcanzar sus objetivos personales.
Un saludo, Pelayo.