Este pasado Domingo, Pablo Longo corrió la Farinato Race Gijón y nos escribió una crónica de la prueba:
Este domingo era el momento de empezar la temporada, que ya se estaba haciendo esperar, y qué mejor manera de abordarla que con la Farinato Race de Gijón. Estando en pleno proceso de recuperación de una periostitis y con el único deseo de volver a disfrutar de la competición, era el objetivo perfecto.
Para los que no estén al tanto, como era mi caso hasta hace cosa de un mes, las carreras Farinato son similares a la “Spartan race”. Se trata de una modalidad llamada “carrera de obstáculos” en la que se instalan a lo largo del recorrido una serie de dificultades que has de superar. En este caso, se trataba de 5 km con un total de 24 obstáculos. Además, el recorrido se situaba en el parque de los Pericones, que el fin de semana anterior había sido el escenario del Campeonato de España de Ciclocross, por lo que se esperaba una jornada llena de barro.
Debido a la gran participación en esta prueba, con un total de 1200 inscritos, se dividió en tandas a los participantes. La espera, unida con los nervios y los comentarios de los que ya habían acabado, se hacía eterna. Finalmente era el turno de mi tanda, la tercera, y al grito de “FARINATOOOOOS” nos lanzamos a la aventura. Y digo aventura porque desconocíamos lo que nos íbamos a encontrar, era el secreto guardado de la organización. Tras haber recorrido unos 300 metros y haber superado, no sin ciertas dificultades, los primeros obstáculos (la mayoría muros de unos dos metros y medio de alto), la carrera se me antojaba sencilla. Y, como muchas veces me ha pasado ya, había vuelto a subestimar el circuito antes de acabarlo. No tardaron en llegar los problemas. Salvé otro muro y al otro lado ¡zas! Piscina de barro (el neopreno no era legal en esta ocasión a pesar de las bajas temperaturas) Saliendo como pude divisé el siguiente obstáculo, una alambrada de espino bajo la que había que pasar reptando pero, un momento, ¿y mi zapato? Sí, cometí el error de llevar zapatillas con cordones elásticos y sí, se quedaban pegadas en la arcilla hasta el punto en que decidí ir descalzo hasta pasar ese trecho. A lo largo del camino se irían sucediendo diferentes y a cada cual más difíciles obstáculos. Entre mis favoritos estaban los “machacaespaldas” (nombre de la casa, que consistían en subir sacos, troncos o pares de neumáticos por una ladera) la alambrada electrificada, que mejor ni tocarla, más muros, la pirámide, la elevación de un peso… Si no superabas alguno de ellos, no era problema, por el módico precio de 25 “burpees” supervisados bajo un oficial de la carrera podrías pasar al siguiente. A mí me cayeron 50, y no fueron más, gracias a Dios…
La prueba terminaba con un baño en cinco piscinas de hielo, un salto por encima de una hoguera y, por supuesto, la meta. He de decir que mientras que algunos se quitaban el barro en las piscinas de hielo, los más frioleros las saltábamos en cuestión de segundos para llegar a la hoguera y calentarnos un poco.
En definitiva, se trató de una experiencia única y recomiendo a todo el mundo probarla cuando le sea posible y especialmente en la modalidad de equipos, que hace la carrera radicalmente distinta. A mí personalmente me ha ayudado a recordar que el deporte está, en primer lugar, para disfrutarlo (hala mamá, ya lo he soltado), ya habrá tiempo de meter caña durante la temporada.
Por último quisiera felicitar a la organización por el gran trabajo realizado tanto en la preparación del circuito como en la profesionalidad que han demostrado con un aforo tan grande.